SOBRE EL AUTOR

Ignacio Riffo Pavón
Como es habitual, de una manera u otra, volvemos a Orwell. Esta vez, para hacer notar la completa vigencia del concepto neolengua, la cual acuñó en su clásica obra 1984. A rasgos generales, la neolengua se refiere al uso manipulado del lenguaje en contextos políticos, mediáticos y sociales, con la finalidad de distorsionar la realidad y conducir a la opinión pública. Para ello, se recurre a la utilización de eufemismos, ambigüedades, giro retóricos y tecnicismos significativamente vacíos; a la vez que se altera la carga semántica de las palabras, vaciándolas de sentido o resignificándolas para justificar el accionar del poder. De esta manera se legitiman decisiones autoritarias o se simplifican realidades complejas. Se suaviza lo inaceptable y se camufla lo problemático. Se justifica la barbarie, el abuso, la explotación y la injusticia.
La sociedad actual transita por un claroscuro ambiguo e incierto. La polarización se ha extendido y la crisis de los grandes relatos, profetizada a fines de los 70, se ha asentado fuertemente. Abundan los populismos, el pensar calculante y la razón instrumental; a su vez, somos testigos de la guerra entre Rusia y Ucrania, la tensión entre India y Pakistán y del genocidio en Palestina. En este contexto la neolengua aparenta ser una comunicación democrática, pero en realidad opera como una forma de control simbólico. Mediante la plasticidad del lenguaje, algunos líderes políticos crean narrativas falsas y se esfuerzan en reescribir la historia. Así, por ejemplo, la diversidad es sinónimo de ilegalidad, la equidad es una ofensa, la inclusión se desprecia y la dignidad del ser humano es arrasada.

Si bien Orwell planteó la noción de neolengua en contextos totalitarios, vemos que también es aplicable en el marco de regímenes democráticos, donde se busca pervertir el lenguaje para persuadir a la ciudadanía. Es decir, con una sutil adaptación de las palabras es posible verter todo un entramado ideológico y valórico concreto, perpetuando así un determinado ideario y objetivos políticos.
En la época actual, la neolengua vive un importante apogeo, precisamente, porque en este claroscuro es cuando se despliega de manera vehemente lucha por alcanzar la hegemonía simbólica de las palabras, por tanto, del relato. Porque quien domina las palabras, domina los mundos. Y en esta era de espejismos y espectáculo, el lenguaje se ha vuelto un campo de batalla y máscara del poder.