SOBRE EL AUTOR

Diego Méndez
Diego Méndez es estudiante de Periodismo, UNIACC. Pasante de Radio UNIACC.
Hace 22 años, Roberto Bolaño daba su último suspiro. El mundo literario estaba devastado: uno de los nombres más fuertes para el Premio Nobel de Literatura se había ido más temprano que tarde. Los problemas hepáticos (que intentaba mitigar con sus “infusiones de manzanilla”, como las llamaba él) no resistieron su dependencia a los cigarros. Sin embargo, en octubre del 2004, “2666” apareció, acogida por su amigo Jorge Herralde y Editorial Anagrama: el chileno sin patria los había engañado a todos, pues aún tenía un último suspiro bajo la manga.
Existen libros, Libros y LIBROS. Claro que todo esto es subjetivo: la diferenciación entre estas tres categorías depende intrínsecamente de la visión personal de cada quien; ya sea por su trama, su forma, su fondo o porque lo leíste en un momento especial, existen LIBROS que se instalan en lo más profundo de tu cabeza (y que es muy difícil que te abandonen durante el resto de tu vida).
Poco sabía yo que, en 2023, me iba a encontrar con una piedra angular de la literatura moderna, que no solo moldearía en adelante mi manera de leer, sino también que definiría mi forma de ver el mundo.“2666” es una novela publicada póstumamente en octubre de 2004, escrita por Roberto Bolaño, que murió en un hospital barcelonés el 15 de julio de 2003.

¿Cómo puedo comenzar a adentrarme en una (unas) historia(s) que, además de monumental, es endiabladamente difícil de entender?
Después de estar sentado media hora frente al computador, creo que la mejor opción para la claridad de esta reseña (y también para la sanidad de mi cerebro) es, al igual que la novela, segmentar esto en cinco partes.
- El horror como obsesión (La parte de los críticos)
La primera faceta del horror en la que Bolaño nos introduce es la obsesión: ¿Cuántas cosas eres capaz de perder por tu obsesión?
La novela empieza con la introducción de cuatro personajes: el francés Jean-Claude Pelletier, el español Manuel Espinoza, el italiano Piero Morini y la inglesa Liz Norton.
Siendo de nacionalidades y carácteres disímiles, hay dos cosas que tienen en común: su especialización en la literatura alemana y su fascinación por el enigmático escritor Benno von Archimboldi: un literato con una obra extensa de la que nadie estaba enterado, hasta que nuestros protagonistas lo descubren y lo enseñan al ojo público, como si estuviesen destinados a ello.
Todo se hubiese quedado en la luz que arrojaron sobre la obra, de no ser porque Archimboldi comienza a dar señales de vida: pequeños destellos que los críticos van vislumbrando en las presentaciones de literatura alemana a las que asisten; sin embargo, todos los destellos terminan siendo caminos muertos.
Es en esos caminos donde la obsesión sale a flote. No es solo la obsesión por encontrar al autor, sino la obsesión del amor, del éxito y de los sueños. Todos senderos bifurcantes que tienen un solo destino: el horror.
- El horror como soledad (La parte de Amalfitano)
A diferencia de la obsesión, que puede ser colectiva, la soledad es, en esencia, exactamente eso: una faceta del horror que se atraviesa solo.
Amalfitano es un chileno exiliado voluntariamente en España con su hija. Su esposa está muerta: después de haber estado en un psiquiátrico (y haberlo engañado con uno de sus interinos), desapareció de la vida de su marido e hija. Al tiempo después, ellos se enteraron de que había muerto.
Esta es una parte mucho más hermética que la anterior. Mientras que con los críticos era aventura e historias bifurcantes, con Amalfitano es encierro y olvido: acompañamos a este hombre en su descenso a la locura, junto a libros de filosofía, aritmética y novelas.
Lo curioso es que este hermetismo comienza (o se intensifica), momentos después de que la vida de Amalfitano se cruzase con la de los críticos de la primera parte, lo que ya nos deja entrever como lectores el vórtice que el escurridizo escritor representa.
Por lo general, esta es la parte más vapuleada de la novela: yo creo que es un segmento que requiere una lectura mucho más calma, pues su simbolismo y belleza –silenciosa– requiere una mirada resiliente.
Un sendero solitario (incluso con la presencia de su hija) que tiene un solo destino: el horror.
- El horror como curiosidad (La parte de Fate)
La parte de Fate, si no estás atento, poco tiene que ver con los dos segmentos anteriores; sin embargo, en las primeras páginas de la novela Morini, uno de los críticos, ve en un diario la serie de asesinatos que se están llevando a cabo en México, específicamente en Santa Teresa. Es este hecho lo que gatilla la tercera parte.
Oscar Fate es un periodista estadounidense al que, momentos después de la muerte de su madre, lo envían obligado a cubrir un evento de boxeo en México.
Estando allá, poco le interesa su trabajo. Es debido a esto que termina encontrándose con la hija de Amalfitano (quién había desaparecido en la parte anterior) y, ambos movidos por la curiosidad, se adentran en los bajos fondos de México para desentrañar la serie de asesinatos.
Como es de esperar en Bolaño, esto no sale bien (en sus novelas, cuentos y poemas, cada vez que sus personajes se mueven por curiosidad o inercia, terminan mal parados), ya que terminan en un agujero tan hondo como oscuro.
Al igual que la curiosidad mata el gato, la curiosidad puede matar al destino (Fate).
La curiosidad también puede conducir al horror.
- El horror como horror (La parte de los crímenes)
A diferencia de las otras cuatro partes que componen la novela, esta no tiene un verdadero “protagonista”; aquí se asume un tono coral, en el que Bolaño despliega todo su conocimiento concerniente a los thrillers y a las novelas de misterio.
Accedemos a una radiografía descarnada de Santa Teresa: sus calles, sus transeúntes, sus detalles y, cómo no, sus asesinadas. Con un nivel de detalle rayano en lo obsesivo, el autor nos describe cómo encuentran los policías a las asesinadas: su color de piel y ojos, su tamaño, sus pertenencias, sus vidas, sus hematomas, todo.
Esta es la parte más extensa de la novela y, si bien se puede hacer lenta, es fundamental para el tono y trama de la obra de orfebrería que Roberto nos brindó.
Aquí se entiende que el único destino de un camino conformado por el horror, es el mismo horror.

- El horror como origen (La parte de Archimboldi)
Después de 800 páginas, llegamos al personaje que tanta intriga nos había causado desde la primera página y que nos había resultado inaccesible: Benno Von Archimboldi. ¿O deberíamos decir Hans Reiter?
Guerra, literatura, amor, silencio: todo se funde en una vida tan bella como triste, tan rimbombante como serena, tan estridente como calma.
La vida de un hombre que, sin ser consciente de nada, lo ganó y lo perdió todo. Un hombre que, sin ser consciente de nada, originó el horror que azota toda la novela.
El sendero que bifurcó en otros senderos: el origen del horror.
No quiero entrar en detalles aquí, pues este es el candado que amarra las 1200 páginas de una obra magistral. Una obra que une diversos géneros literarios la cual, si bien no llega al nivel de redondez de “Los detectives salvajes”, alcanza unos límites hasta entonces inexplorados.
Conclusiones
Al igual que “Historia de dos ciudades” de Dickens, o “Los Hermanos Karamázov” de Dostoievski, las cuales no son tan pulidas como “Grandes esperanzas” o “Crimen y Castigo”, “2666” es una novela en la cual el autor lo arriesgó todo.
Consciente de su muerte, quiso dejar algo para la posteridad: para su familia, para sus lectores de aquel entonces y para aquellos que día a día ingresamos en su curioso universo literario.
Hay LIBROS en los que uno debe sumergirse, en los que uno debe empaparse. “2666” es uno de aquellos; pero no te empapas con agua, sino con gasolina; gasolina que te hará arder hasta los huesos, de éxtasis y horror literario.