SOBRE EL AUTOR

Diego Méndez
Diego Méndez es estudiante de Periodismo, UNIACC. Pasante de Radio UNIACC.
Cuando lees la contraportada de un libro de Thomas Pynchon (escritor perteneciente al posmodernismo, autor de obras como “Contraluz”, “Al Límite” o “El arco iris de gravedad”, todas editadas por Tusquets) es probable que no entiendas nada: es un cúmulo de acontecimientos históricos, mezclado con locuras tecnológicas y personajes estrambóticos. Pero es ahí donde reside el encanto del excéntrico Pynchon: en cómo hace que esta mezcla, que en un principio parece sin pies ni cabeza, tenga cohesión y sentido (aún si estos puentes entre los temas son incluso más locos que lo que leíste en la contraportada).

Esto mismo me pasó cuando vi el tráiler de la película que nos convoca: Leonardo DiCaprio con un gorro, lentes y una bata cuadrille hablando por teléfono con una voz desconocida que insistentemente le pide un código, el cual DiCaprio no recuerda y comienza a insultarlo sin ton ni son. Su hija está desaparecida; por el tono de la conversación telefónica, se intuye que él fue un actor clave para un grupo revolucionario. Después aparece el texto de “Basado en Vineland, de Thomas Pynchon”, y entendí por qué no estaba entendiendo nada.
La sinopsis y el tráiler te muestran solo la punta del iceberg: detrás está escondida una película deslumbrante de la mano de Paul Thomas Anderson (“Boogie Nights”, “Magnolia”, “There Will Be Blood”), porque no se toma en serio a sí misma pero, paralelamente, te muestra una realidad tan cruda que no siempre quieres ver.
La cinta critica al racismo, a los grupos de poder, al sistema militar estadounidense, a la masculinidad tóxica e incluso a sus protagonistas: porque, a pesar de ser un grupo revolucionario, gran parte de ellos no saben en realidad por lo que están luchando. Aquí no hay ni héroes ni villanos. La única excepción es la hija de Leonardo DiCaprio: ella es víctima de las consecuencias que trajo la juventud de sus padres.

Si bien se puede decir que esta es la obra más accesible y bombástica del director hasta la fecha, esto no quita sus excentricidades: la sátira absurda, la sexualidad retorcida y los personajes radicales pero, a la vez, profundamente humanos. En las más de dos horas y media que dura la cinta me reí, me puse tenso y me emocioné, a veces todo al mismo tiempo; y es que creo que “Una Batalla Tras Otra” es, en síntesis, una amalgama de distintos géneros cinematográficos: vamos desde la cinta de acción al drama, de la comedia al suspense, del thriller a una película de cómo aprender a ser padre. Todo esto en un viaje realmente hipnótico, que cambia ante las narices del espectador a cada momento, muchas veces sin que este lo note.
Además del guión, todo esto se sostiene por las actuaciones: DiCaprio ya demostró su talla actoral en “El Lobo de Wall Street”, “Los asesinos de la luna” y “El renacido”. En esta ocasión puede engañar al espectador por el tono cómico, pero esconde una de sus actuaciones más sutiles y calculadas.
Sean Penn es un villano increíble: atemorizante y ridículo a la vez. Es el motor de la película junto con Teyana Taylor… y esto se nota. Sin que se te cuente demasiado del personaje de Penn, puedes llegar a entender lo que se esconde detrás de su mente retorcida, sin por eso compadecerte.
Podría seguir deshaciéndome en halagos con los actores: Benicio del Toro, Regina Hall, Chase Infinity… pero solo puedo decirte que la veas, que no esperes nada y a la vez lo esperes todo de esta película, pues es un recorrido alucinante que es difícil que deje indiferente a alguien: una obra que confirma que Paul Thomas Anderson logró ser, al menos por dos horas y media, más Pynchon que el propio Pynchon.