En una noche de sábado convulsa, luego de un Superclásico del fútbol chileno, una sala de teatro en Providencia comienza a llenarse. ¿La cita? Camila Moreno presenta en vivo su más reciente disco de estudio: La Primera Luz. Un grito paladino que reflexiona sobre la muerte, el ser, la oscuridad y, cómo no, la luz.

Los asistentes ingresaron, colmando el lugar de una intensa expectación, pero al mismo tiempo se sentía un ambiente familiar, casi doméstico. Gente de todas las edades —niños, jóvenes y adultos— ocupaban sus asientos. Familias completas llegaron con la convicción de disfrutar de una velada cálida, con un espectáculo disfrutable no solo en lo musical, sino también en lo visual, algo a lo que la artista ya nos tiene acostumbrados. Porque la música no solo es sonido; a veces puede transformarse en la excusa perfecta para crear una verdadera obra teatral.
“Para este show, la luz es muy importante. Por favor, fotógrafos, no usar flash”, advierte una voz femenina por alto parlante antes de que los músicos subieran al escenario. Cuatro largos lienzos de papel, que cuelgan desde lo alto del teatro, delimitan la tarima, iluminados por luces que atraviesan tres jarras colgantes de agua, suspendidas de tal manera que la luz reflectada genera un efecto de acuario. Por último, se puede ver el humo rodeando los instrumentos, listos para ser tocados. Una escenografía sobria y cruda, fiel reflejo de lo que es “La Primera Luz”; un trabajo análogo, despojado de cualquier superficialidad.
Como no podía ser de otra forma, la canción encargada de abrir el concierto es la misma que inicia y le da nombre al disco. A su vez, es la que busca esa primera llama, ese primer destello: “La Primera Luz”, el resplandor que simboliza una nueva oportunidad. Precisamente, parte de su coro reza: “Yo que me perdí / Terminé encontrándote / Es la primera luz que me dan / Cuando me pierda / Me guiarán”.
Así, es la misma cantante que antes de tomar su guitarra y pararse frente al micrófono, escribió el nombre de la canción en uno de los cuatro lienzos de papel colgantes. Estos se usarían, de ahí en adelante, para anotar en orden —y antes de ser interpretadas— cada una de las canciones del disco. Y es que sí, se tocaron siguiendo la misma secuencia del álbum, desde la primera hasta “Antorcha”, la pieza que cierra esta obra.
De esa manera, esta historia se escribió. Los visuales, por su parte, complementaron el relato, mostrando lo que parecía ser el diario de vida de la intérprete. Se exhibieron anotaciones, pensamientos, alegrías e ilusiones que dieron vida a esta narrativa. La cual se musicalizó de manera impecable. Cada instrumento cobró protagonismo: desde la guitarra, el bajo, el cello y el teclado, hasta las percusiones y la batería, todos contribuyeron a la riqueza sonora de esta propuesta.
Y el público, por su parte, recibió esta experiencia con un entusiasmo palpable. Desde las primeras notas hasta el final, la audiencia se dejó llevar por la emotiva puesta en escena y la sobresaliente calidad musical, demostrando que la cantautora y sus músicos lograron calar hondo en cada uno de los presentes.
En definitiva, Camila Moreno ofreció una instancia donde música, teatro y emoción se fusionaron en un acto inolvidable, confirmando su lugar como una de las voces más auténticas de nuestra escena.
SOBRE EL AUTOR

Agustín Martínez
Agustín Martínez, estudiante de Periodismo, UNIACC. Pasante de Radio UNIACC.
hermoso relato de una noche inolvidable… llena de luz!!